Antonio Largo |
Cuatro hitos coincidentes en el tiempo que reafirman mi orgullo de soriano. Dicen, y dicen bien: "Soria: ni te la imaginas" Cómo imaginarla muchos que sólo creen que otros lugares ofrecen mayores triunfos frente a una provincia en estado agónico de abandono, olvidada y condenada. Pero, claro, también estaba condenada por la ambiciosa Roma allá por el 143 AC y resistió con valentía y denuedo.
Soria, cantada por los grandes poetas en las leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer y versos de Gerardo Diego y Antonio Machado. Paseos por el Duero con los colores que miran al celeste cielo limpio y se asientan en el marrón de la tierra dura, el amarillo de los campos de cereal y el verde de los pinares.
Soria impregna al visitante de realidades no imaginadas.
Orgullo soriano, hoy y siempre que trasciende mis paseos por el rio Manzano en esta primavera renacida tras las nieves y lluvias del invierno.
Soria y sus divisas de honradez, trabajo y rigor trasciende a la Historia y se hace presente en quienes nos sentimos a gala de ser sorianos y sentirnos sorianos. Otra vez más, aún es siempre todavía y, por eso, enorgullecerme de mis esencias no es baladí ni pretencioso, es el deber de honrar a mis mayores y a la tierra en que nací.
José Julio Gil Largo
(') Antonio Largo Cabrerizo, es el menor de 7 hijos de Julio Largo Jiménez de Fuentestrún, (hijo de Nemesio Largo y Sofía Jiménez) y Encarnación Cabrerizo. La familia se dedica fundamentalmente a la docencia univesitaria y la medicina; cursan estudios en la Universidad de Valladolid y en el extranjero. El mayor de la saga, José Largo Cabrerizo fue número uno y premio nacional en Ciencias Físicas.
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